Del final de Roma al desencanto europeo: lecciones para el presente

Supongo que H. Pirenne era consciente cuando escribía el libro¹ de la importancia que albergaba. Aunque no pudo constatarlo porque murió antes de su publicación. De lo que estoy seguro es que no imaginaba que 90 años después la obra se pudiera leer en clave. A eso voy.
La primera información ya nos da de bruces con un estado de las cosas o los ciclos. En el siglo IV Roma está perdiendo su pujanza comercial y ha reducido notablemente su índice de natalidad. De lo primero se aprovecha Constantinopla. Lo segundo dará pie a una inevitable sustitución histórica. Porque el territorio no desaparece, se transforma. Además, hay que recordar siempre que Roma no cae tras una batalla espectacular. Cae cuando ya no es administrativamente eficaz, cuando ya no puede pagar a sus funcionarios y sus símbolos sólo suscitan la curiosidad de los museos. Por eso Odoacro los empaqueta cuidadosamente y los manda a Constantinopla. Recuerdos de familia, ya se entiende.
Si ponemos ahora Europa donde antes se escribía Roma, el panorama viene a ser el mismo. Aranceles, mercados, escasa productividad, discrepancias en la línea de actuación conjunta, agotamiento emocional… y la emigración como temor axial. La decadencia cultural romana vino marcada por el desaliento y el pesimismo. En esa espiral camina Europa por el siglo XXI. Es una cultura que ya no se gusta a sí misma y es incapaz de resistir la mirada del otro. Un sentimiento de insuficiencia que no cesa nos está secando.
Afortunadamente para el continuum cultural, los bárbaros luchaban contra Roma, pero eran fieles a la “idea de Roma”. Hubo lucha de clases y de castas, pero no de culturas. Había odio a Roma como sociedad y esquema de poder, no como oferta de bienes, servicios, espectáculos y modas. Lo primero que hicieron los cabecillas longobardos al tomar la vieja capital fue buscar buenos maestros para sus hijos: el papá bárbaro, pero el chaval funcionario. El gran problema de Roma fue que su política era indisociable de la corrupción. Y su sistema económico no se sostenía sin la esclavitud. Dos herencias inasumibles que no conseguimos quitarnos de encima. Pero como arquitectura y agenda deportiva, Roma era la leche.
Al final de la grandeza, cuando la estructura política romana ya no rulaba, la Iglesia se hizo cargo de la administración por razones de precio y entusiasmo. Y los intelectuales apoyaron al Papado porque era lo único que permanecía reconocible en un mundo cambiante. El Estado ya no podía pagar maestros, y fue la Iglesia quien se encargó de la cultura. En Inglaterra el apocalipsis llegó por burofax: avisaron a las tropas que ya no había nóminas y que se buscaran la vida. Y se la buscaron hasta desaparecer, integrarse con los paisanos a los que combatían… o crear al rey Arturo.
La lección es evidente: si se rompe la “aburrida” eficacia administrativa, no se sabe disfrutar del continuum cultural y la gente no tiene escuelas ni hospitales ni justicia, la retórica emocional del grandioso pasado común queda para los cursis o los que viven de ella. Este desencanto es un impacto fatal progresivo tremendamente destructor. Con menos fuerza visual que el meteorito, pero igualmente devastador. Eso sí, al menos permite la dolorosa reflexión: ninguna estructura política pervive si se vacía de utilidad cotidiana para las personas, de trampolines para las esperanzas de esas personas y de afecto para los sentimientos de esas mismas personas… a las que se le pide más impuestos cada día y una guerra cada cierto tiempo.
La segunda información seguro que les suena. Ya ha caído Roma, ya están pasando muchas cosas y unos pocos siglos, y, paulatinamente, el Mediterráneo pasa de centro cultural a frontera. Frontera con gente que tiene sus ambiciones, pero que no quiere integrarse en un modelo de cultura que no entiende. Ellos tienen una voluntad vital, los otros tienen otra. Ambas legítimas y obligadas a colisionar. Y colisionarán. Saberlo y extraer conclusiones no es una cuestión de moralina, sino de supervivencia y realidad. No queda bonito de decir, pero la alianza de civilizaciones sólo funciona en la gastronomía. Y a veces en los matrimonios de los super ricos.
Consecuencias de todo este proceso hay varias. Una, por ejemplo, es que Casiodoro en el siglo VI plantea la idea de que la cultura debe refugiarse en los monasterios. Como hoy. Solo que ahora mismo el único monasterio que se me ocurre es la soledad y el exilio interior. Otra consecuencia lleva tiempo desazonándome: a la caída de las redes esclavistas romanas, el comercio nefando pasó a manos de los judíos. ¿Será esa una de las raíces del odio que se les tiene? Porque yo no me creo que la fuerza de los predicadores fuera suficiente para tanta rabia. Que después de oír un sermón incendiario en Semana Santa un desorientado se convierta en júligan, vale, pero toda una sociedad…
La última consecuencia es la mejor. Carlomagno (sus asesores) se esfuerza por recuperar la educación y la justicia, el comercio y la imagen del poder. Esa es la idea de Roma que le atrae. La que sabe que propicia la pervivencia de un Occidente que muta y muta y muta, pero que necesita habitar sus coordenadas de cultura, de seguridad, de bienestar y ese espejismo de libertad individual del que nos gusta presumir. Igual la mayoría moral es eso.
Porque la barbarie, en última instancia, es una estructura piramidal que permite el poder omnímodo de un líder y de su camarilla. Suele narrativamente ir asociada al caos, pero históricamente, el caos no es sólo el resultado de una desestructuración social; es, también, el caldo de cultivo esencial para que medre una estructura de poder pasajera, inestable y violenta. Que, al no poder articularse sobre la idea del bien común, debe tener enemigos, supersticiones, mitos fundacionales, temores aglutinantes, avisos constantes de un “peligro”, mentiras subvencionadas, una falsa y omnipresente trascendencia. Y, sobre todo, un líder implacable y multiforme que seduzca a unos cuantos, enriquezca a unos pocos, y amenace a muchos.
El puto amo, en español hablado, de cualquier mes de agosto de 2025.


  1. Pirenne, H., Mahoma y Carlomagno. Alianza Editorial. Madrid, 1985.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Compartir:

Lo ultimo del blog

I + D: Indignación más Desengaño

  Hay países que invierten energía intelectual tratando de levantar una Leyenda Blanca; en contraposición cansina, el nuestro paga sueldo oficial a una caterva de amargados que se complace en

Enviame un mensaje

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y Google. Política de privacidad y Términos de servicios.
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para fines de afiliación y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad